El día en que supimos que nos correspondíamos fue uno de los más felices de mi vida. Él era para mi, y yo, por primera vez, también lo era para alguien, y afortunadamente, lo era para él. Él me salvó del infierno un millón de veces, y me quedo corta. Yo pienso salvarlo cada vez que me necesite, aún si ya no estamos juntos.
El día en que me besó por primera vez, en ese momento sentí como si se hubiese parado el mundo, como si no importara más nada. Fue el primero, y de muchos. Ese fue el primer beso que de verdad hizo que se me agite algo en el pecho, algo cálido y curioso. Ese fue el primer beso que a la vez, me hizo desear un segundo.
Él alegra mis días. Él es mi héroe. Él es mi psicólogo. Él es mi mejor amigo. Él es el único que me aconseja y un segundo después tiene el derecho y el poder sobre mi para besarme bajo mi permiso y sin que se lo impida. Él me vuelve estúpida, y eso me encanta. Él me hace tocar el cielo con las manos y estar allí por unos minutos. Él me droga con sus besos y me aísla en otro mundo que no puede hacerme daño cuando me abraza. Él me protege, de todo, y de todos.
Si algún día nos separamos, no importa si él se olvida de mi, de lo que vivimos, de lo que pasamos, de todo los regalos que le hice, de todo lo que me esforcé en verme bonita para una cita, de todos los lugares a los que fuimos, de todo lo que le hice sentir y vivir, de todos y cada unos de los besos que nos dimos. Solo le voy a pedir que no se olvide que alguien, que una loca en todo este absurdo mundo alguna vez lo amó más que a su vida, que hubiese dado su vida por salvarlo, que hubiese soportado todo por seguir con él. Solo le voy a pedir que no se olvide que lo amé como nunca nadie lo amará en su vida.
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