domingo, 30 de diciembre de 2012

Neurótica

Bueno, esto es el comienzo de una larga explicación que me debo a mi misma por cosas que estoy sufriendo y que si no las suelto puedo llegar a explotar de tal forma que no haya vuelta atrás.
Sinceramente estos últimos meses no la paso bien. Tanto física como mentalmente.
Estoy pasando por cambios anímicos muy rápidos. Estoy feliz y dos segundos después pasa algo que me arruina la felicidad y ya estoy llorando y de repente estoy riendo de nuevo y luego me enojo, y esta secuencia puede ocurrir en menos de veinte minutos. No se a que se debe, quizás sea algo de la adolescencia pero no estoy tan segura. Lo único que sé, es que solo tengo cinco personas cercanas que pueden cambiar mi estado de ánimo en dos segundos, y mayormente ellos son los que logran esta catástrofe en mi.
No me gusta mi cuerpo. Me siento disconforme con él. Me siento gorda, fea, granienta e insulsa. Me siento poca cosa. Me odio. No lo sé, es incontrolable. No quiero ni mirarme al espejo cuando estoy en ropa interior porque me doy asco. Me detesto. Me dan ganas de romper el espejo a golpes.
Siento que me quedo sin amigos. Siento que pasé de tener muchos, a tener menos de diez. Y no hablo de verdaderos o falsos, hablo de amigos en general. Gente que considero amiga, se esfuma. Me alejé de ellos, y otros se alejaron de mi. Me siento cada vez mas sola, siento que cada vez tengo menos gente con la cual luchar de mi lado si necesito de su ayuda y de su protección.
La cago en vez de ayudar. Si alguien necesita algo de mi, siempre hago todo lo contrario a lo que necesita, siempre. No sé porqué pasa esto. Siento que no puedo ayudar a nadie, y eso me hace sentir completamente inútil  Me causa más angustia y más impotencia. Siento que al no poder ayudar a nadie, por eso la gente se aleja de mi.
A veces siento que odio mucho a mis padres. Porque me prohíben cosas sin darme razones. Y además de no querer dármelas, me gritan. Las cosas no se solucionan a la fuerza. ¿Tan difícil es dar una miserable explicación? ¿o no la tienen? me molesta muchísimo eso. Es el tipo de pensamiento cavernícola que odio de esta estúpida sociedad actual. -Tenes que hacer esto? -¿Por qué? -¡Porque sí!.. okey.
Después, hay angustias que vienen por viejas discusiones que tuve quizás un tiempo no muy lejano, que me afectaron mucho, y aún la herida sigue abierta. Son palabras que en su momento y hasta el día de hoy, duelen. Y cortan como el acero quirújico de una cuchilla de cirujano. Últimamente estoy muy sensible  todo me angustia, y estas cosas son como el cóctel perfecto para una manada de indigentes hambrientos.
El tema de matemáticas, aunque no lo crean, también es muy grave para mi. Me frustro muchísimo. Veo F(x)= -6x(-3)^2+7 y ya quiero llorar. Me frustra, me frustra ver el avance de todos y ver que yo sigo estancada en el mismo puto sitio desde el comienzo de clases. Me molesta no poder poner en práctica algo porque veo que no me sale. Y aún más me angustia el hecho de entusiasmarme creyendo que sé un tema cuando en realidad termina no siendo así SIEMPRE. ¿Soy retrasada? pregunto, porque sinceramente a esta altura del partido ya no sé que pensar. Lo último que me queda es abandonar todo sueño de ser arquitecta.
Me echan la culpa por cosas que las hago sin querer, se la agarran conmigo, me hacen sentir una basura, y dos segundos después se arrepienten y piden disculpas. ¿Eso se arregla con unas putas disculpas? no. Pero bueno, siempre la mala de la película soy yo, la que se guarda cosas para no pelear, la que explota y después tiene ganas de cortarse las venas para deshacerse de todos los quilombos. Pero bueno, ¿será que mi destino es así? Vida de mierda.
Tengo pesadillas, horribles pesadillas que no puedo recordar en las mañanas cuando despierto, pero me levanto y estoy rasguñada en alguna parte de mi. Me despierto perturbada y siento que algo me observa, me vigila, o algo así, no sé como definirlo, la sensación no es que me vigila en la realidad, sino en los sueños, me ataca en los sueños sin que yo pueda defenderme. Es extraño, me siento asustada, no tengo control de lo que pasa en ese momento, y tampoco de lo que pasa en la realidad, porque me despierto lastimada y no tengo conciencia de haberlo hecho.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Le grité en el rostro, con el último suspiro de fuerza que tenía para no llorar. Le grité tan fuerte como las cuerdas vocales me lo permitieron. Le grité mi odio en su rostro, y allí, en ese instante, se dio cuenta de dos cosas... De que no le tenía más miedo, y de que había explotado mi paciencia. No dijo nada, solo miró pedante y se alejó. Pude ver como se resignaba a pensar que había perdido a
un ser querido por culpa de su estupidez, pero nunca lo admitiría. Nunca.
Yo, libre de penas y culpas, lloré. Pero no por tristeza o ahogo, como anteriores veces. Sino por emoción. Había roto esa barrera de miedo que me contenía, que me frenaba, había enfrentado al monstruo, y lo había vencido. La batalla se había empezado, y yo había comenzado ganando. Aunque aún estaba a tiempo de echar todo atrás, no lo hice. No quise. Se había convertido en mi enemigo. Mi objetivo, a partir de allí, fue verlo caer en pedazos frente a mis ojos. Y sabría que tarde o temprano, iba a cumplirlo...

¿Quién te pensás que sos?

¿Te creés que sos superior a mi solamente por tener unos pares de años más? ¿Por tener más fuerza? ¿Por ser mi padre?
Una palabra: CHUPAMELA.
Siento si hoy no utilizo las sofisticadas y dulces palabras que suelo utilizar, pero es que la situación me supera. Este hombre que quiere simular ser mi padre (pero que la única función de padre que cumple es darme de comer) me tiene harta con sus estúpidos y vacíos comportamientos de Neandertal. En la cadena de la evolución, él se quedó en el primer escalón, es un Australopithecus Afarensis. Este hombre se jacta de inteligencia infinita y su inteligencia parece ser menor a la de un perro (sin ofender a los perros, obviamente). Y si me preguntan si soporto a mi propio padre, diría que no, y que preferiría tenerlo lejos mío. Este ejemplar involucionado saca lo peor de adentro de mi, la parte más deshorosa, los gritos, la ira, la bronca, el afán por verlo destruírse frente a mis ojos. Este pusilánime quiere infundar miedo tanto en mí como en mi madre y mi hermano. ¿Lo logra? no, solo logra odio. Ese gran odio que le tengo y que ya se me hace muy difícil de esconder, odio que le demuestro cuando lo miro a los ojos y le respondo cortante, odio que demuestro cuando ignoro algún pedido suyo porque, claro, para gritar todos somos pedantes y altaneros, ¿pero cuando necesitamos algo? ¿nos volvemos todos humildes? no, señor, eso es ser, como se diría hoy día, CARETA. Y este pusilánime es un careta, un falso, un hipócrita, un fariseo, un mentiroso, ¡un embustero! Y yo ya no lo soporto. Me grita lleno de pedantería (barata), se cree que es un Dios y no llega ni a esclavo.
Por eso es que nunca vas a lograr nada bueno en tu vida, tus sueños nunca se van a cumplir, ¡y vas a trabajar como un hijo de puta hasta que te mueras, basura! ¡te merecés todo! ¿Sos mi padre? ¡que me importa! Si por cada mínima cosa que me das, después tengo que soportar que me la eches en cara.
Me perdiste como hija, me perdiste. Yo no tengo más padre de ahora en más. ¿Doloroso? sí y no, sí porque aunque lo odio y no me guste, lamentablemente es mi padre, y no, porque él me llevo a pensar y sentir todo esto. Lo siento, capo.