sábado, 8 de diciembre de 2012

¿Quién te pensás que sos?

¿Te creés que sos superior a mi solamente por tener unos pares de años más? ¿Por tener más fuerza? ¿Por ser mi padre?
Una palabra: CHUPAMELA.
Siento si hoy no utilizo las sofisticadas y dulces palabras que suelo utilizar, pero es que la situación me supera. Este hombre que quiere simular ser mi padre (pero que la única función de padre que cumple es darme de comer) me tiene harta con sus estúpidos y vacíos comportamientos de Neandertal. En la cadena de la evolución, él se quedó en el primer escalón, es un Australopithecus Afarensis. Este hombre se jacta de inteligencia infinita y su inteligencia parece ser menor a la de un perro (sin ofender a los perros, obviamente). Y si me preguntan si soporto a mi propio padre, diría que no, y que preferiría tenerlo lejos mío. Este ejemplar involucionado saca lo peor de adentro de mi, la parte más deshorosa, los gritos, la ira, la bronca, el afán por verlo destruírse frente a mis ojos. Este pusilánime quiere infundar miedo tanto en mí como en mi madre y mi hermano. ¿Lo logra? no, solo logra odio. Ese gran odio que le tengo y que ya se me hace muy difícil de esconder, odio que le demuestro cuando lo miro a los ojos y le respondo cortante, odio que demuestro cuando ignoro algún pedido suyo porque, claro, para gritar todos somos pedantes y altaneros, ¿pero cuando necesitamos algo? ¿nos volvemos todos humildes? no, señor, eso es ser, como se diría hoy día, CARETA. Y este pusilánime es un careta, un falso, un hipócrita, un fariseo, un mentiroso, ¡un embustero! Y yo ya no lo soporto. Me grita lleno de pedantería (barata), se cree que es un Dios y no llega ni a esclavo.
Por eso es que nunca vas a lograr nada bueno en tu vida, tus sueños nunca se van a cumplir, ¡y vas a trabajar como un hijo de puta hasta que te mueras, basura! ¡te merecés todo! ¿Sos mi padre? ¡que me importa! Si por cada mínima cosa que me das, después tengo que soportar que me la eches en cara.
Me perdiste como hija, me perdiste. Yo no tengo más padre de ahora en más. ¿Doloroso? sí y no, sí porque aunque lo odio y no me guste, lamentablemente es mi padre, y no, porque él me llevo a pensar y sentir todo esto. Lo siento, capo.

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