martes, 2 de diciembre de 2014

Riesgos.

Enamorarte de alguien no correspondido es quizás una de las sensaciones más de mierda que existen. Dicen que «donde hay voluntad, hay camino» así como también dicen que si te confiesas a alguien, le estás dando el poder para que te destruya. Amar es ser destruido. A mi ya me destruyeron una vez, y aún así apuesto de nuevo. Redoblo la apuesta. Quiero que me terminen de destruir. Quiero que me apunten con el cañón en el pecho y que sea lo que tenga que ser.
Confío en lo que siento. Hace más de un año que al verlo el pecho se me enciende como una brasa caliente. No puedo estar errada si viene de hace tiempo. Pienso ―de hecho, ya lo hice― arriesgarme. Apostar todo al amor de nuevo. Dicen que lo bueno se hace esperar porque lo que fácil viene, fácil se va.
No puedo dejarme dominar por el miedo. La vida se trata de tomar riesgos. Los riesgos no son sólo pérdidas, a veces también se gana. Las grandes cosas de la vida se hacen con un poco de miedo. Mentiría si dijera que no tengo miedo a perderlo, a que se aleje, pero no puedo evitarlo. Me gusta. Me gusta como me habla, como me trata, como es. Me gusta porque aprendí a mirarlo y descifrar que pasa por su mente, y a la vez es completamente impredecible; de pronto aparece con algo que no vi venir, cambia mi rutina, rompe mis esquemas, vuela mi cerebro con alguna incógnita que clava en mi mente. Lo miro y no puedo creer como llegamos a estar tan cerca, y siento que quiero tenerlo tan cerca como para saber a qué huele su respiración, o si su perfume es más fuerte o más suave estando a centímetros de su piel.
Hace mucho que tengo ésta catarata de sentimientos escondida, catarata que nadie tenía que descubrir. Ahora no hay nada que me prive de darme el hermoso gusto de sentir todo lo que siento por él. Todo éste tiempo que estuvo escondido sólo logró hacerse más fuerte, ahora que se liberó quiere comerse al mundo, quiere comerse a quién lo origina. Y tampoco pienso privarme de hacerlo.
Quiero probar sus labios una y otra vez para saber si en algún momento cambian de sabor. Quiero protegerlo. Quiero poder abrazarlo cuando se sienta triste o frágil. Quiero besarlo cuando sienta que no puedo hacer más nada para hacerlo sentir mejor. Quiero darme la libertad de hacer todo lo que siempre quise hacerle, pero nunca me animé. Quiero ahuyentar sus fantasmas e inseguridades. Quiero que sepa que él no está errado y que el mundo no está en su contra. Quiero que sonría, que me haga brillar el alma con esa sonrisa que tiene y saber que es por mí. Quiero que me mire y le brillen los ojos. Quiero que me preste toda la atención que le prestó a otras y nunca tuvo la respuesta que merecía. Quiero hacerlo feliz. Quiero que sea feliz.
Necesito una oportunidad. La vida es asumir riesgos y yo estoy al borde de la cornisa ―y de la locura― por vos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario