Y ahí está él, sonriendo, como siempre. Esta noche sus bonitos ojos parecen iluminar más que la mismísima luna. Suspiro por dentro.
Nadie parece notarme, tampoco quiero que lo hagan. Es un evento del que no quiero formar parte.
Es una fiesta. Un desfile. Sí, un desfile de todos mis fracasos y desilusiones amorosas. El que me usó, el que me reemplazó, el que me dejó, el que se burló de mí, el que no podrá ser jamás, y otros. Todos juntos en un mismo perímetro. Mi corazón no lo resiste. Tampoco mis ojos.
Pero ellos no me importan tanto esta noche como lo hace él. Parece ser una brasa caliente, una bomba de tiempo, el próximo en cruzarse de vereda. Me desespero.
Observa para sus costados. Me está buscando. Noto la desilusión en sus ojos cuando no logra dar conmigo.
Desearía gritarle que estoy ahí, viéndolo, sonriendo por saber que está ahí, que también me interesa pero, ¿de qué serviría arriesgarse tanto? ¿y si en realidad sólo fue idea mía que estaba buscándome? Sería muy doloroso morder el polvo al saber que no le importo como él a mí.
Ni todas las palabras del mundo ayudarían a poder describir o darle un nombre a esa sensación que siento cuando él está cerca o cuando simplemente me mira y sonríe; pero sé que si pudiese juntarla, habría encontrado la cura para la gran parte de las enfermedades de nuestra sociedad. Y no, no se confunda, no hablo de amor. Se trata de en lo que uno se convierte al sentirlo. Ese topadora humana imparable. Ese huracán lleno de fortaleza que pareciese poder con todo, excepto consigo mismo.
Posiblemente jamás pueda romper ese vidrio que me separa a mí y a mis miedos e inseguridades de la realidad. Posiblemente jamás pueda enfrentarme a sus ojos y decirle que cada vez que me mira puedo encontrar en ellos el cielo más lindo que jamás había visto. Posiblemente jamás se de cuenta que realmente me importa y pase a ser uno más de la lista. Una más de las posibilidades que no supe y no pude tomar.
Pero así es la vida, un eterno desfile. Y en esta fría noche me toca ser una espectadora; observar desde afuera un evento al que nunca seré invitada, porque yo misma elegí vetarme.
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