Y ahí está, la vergüenza.
Ese sentimiento desagradable que te hace sentir minúsculo frente a alguien más. Ese sentimiento que se aferra a tu pecho como un imán y te hace sentir tan miserablemente vacío. Ahí está, al lado mío de nuevo.
Intento hacer de cuenta que no, que nada de eso pasó. Lo niego como tantas otras veces, incluso a mí misma; pero aunque lo niegue, no puedo cambiar el pasado. Lo hecho, hecho está, y no puede modificarse. ¿Cuántas veces tuvimos ganas de rectificar nuestros actos en vano? No sirve, es utópico.
Llorar tampoco ayuda, pequeña niña. Tu debilidad te hizo cometer todos esos errores de los que te arrepientes, no hagas que siga logrando tu destrucción.
Suspiro y me levanto.
Nada es igual. No veo todo de la misma forma en la que solía ver. El mundo cambió. Y yo también.
La gente ya no me parece tan maravillosa. Ellos lograron que me vuelva la persona desconfiada y cerrada que soy hoy. O quizás solo no pueda con toda la culpa y necesite volcarla en alguien más.
Esa asquerosa noche de invierno en que todo comenzó, ¿quién hubiese imaginado que terminaría tan mal? Que arrojaría el resto de mi vida a un laberinto del que aún hoy, años después, no puedo salir.
No sabía en lo que me estaba metiendo.
No pude contar con la misericordia de quienes eran mis principales pilares. No pude contar con el apoyo de mi propia familia. Tuve que cargar el peso sobre mis hombros completamente sola, porque ya no confiaba en nadie. Hasta el día de hoy no lo hago completamente.
Arruinó mi vida. Tengo secuelas que jamás van a irse. Gracias.
Gracias por haberme dado la primera y más dolorosa de las lecciones: jamás confíes en nadie.
Aquellas personas en las que confiamos día a día, mañana pueden volverse en tu contra. Y cuando lo hagan, tendrán un arsenal con el cual atacar. Y, sino te defiendes, perderás. Y no me malentienda, la vida no es una constante guerra. La gente desata guerras constantemente. Contra terceros y contra sí mismos, pero ellos nunca saldrán tan perjudicados como creen realmente.
Y ahí están, atacando. Otra vez. Utilizan armas viejas en una batalla nueva, pero siempre ganan. ¿Quién dijo que los buenos siempre triunfan?
Frente a cada batalla curo mis alas y vuelvo a pelear. Resurjo una y otra vez luego de cada guerra. Supieron decirme que soy un fénix, y que siempre podría con esto. Cada batalla duele más que la anterior, cada golpe lastima cada vez más fuerte. Hay heridas que nunca cierran.
Desearía que esta guerra pudiese terminar algún día.
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