lunes, 22 de agosto de 2016

Culpa.

Quizás perdí ese don de trasformar todo el dolor que puedo llegar a sentir en algo literariamente agradable por trasladarlo a otros campos de expresión existentes en mí.
Hace dos meses quiero liberar todo lo que absorbí cual esponja, y sin embargo no sabía cómo. Algunos lo llaman «bloqueo», yo simplemente lo llamo inutilidad.

En esta oportunidad no sé si iniciar esta carta pidiendo disculpas o tratando de excusarme por lo que acabo de hacer.
No importa que ustedes me exoneren de culpa y cargo cuando sé perfectamente que yo jamás voy a perdonarme haberle hecho eso a mi misma sangre.
No tenemos futuro ni escapatoria. Juntos nos hundiríamos en la miseria y aunque yo podría luchar por sacarnos a flote, no sé que tanto me ayudaría el entorno. Podría haberte cubierto con mi propio cuerpo con tal de que no te hagan daño pero, ¿de qué serviría si la primera en lastimarte fui yo?
Aún no sé si estoy preparada para luchar por una causa que me excede de esa manera.
Y perdón, porque quizás hubieses sido lo más maravilloso que me pasó en la vida, pero no puedo condenarte a vivir junto a alguien que aún camina sobre arena movediza.
Hijo, mereces mucho más que esto. Mereces una vida digna, y es algo que yo no hubiese podido darte. No estoy en condiciones de darle nada a nadie. Cualquiera merece algo mejor que yo; vos sobretodo.
Quienes no sirven más que para hablar, van a decir que lo hice por mí. Y en un tercio de pensamiento, tienen razón. No estoy preparada para ésto; pero jamás me hubiese perdonado ver tu cara de infelicidad cuando no pudiera darte algo que desees con el alma. Jamás voy a poder lidiar con la culpa, yo lo sé, pero a largo plazo el daño hubiese sido peor.
Amor no te iba a faltar, pero sí todo lo demás.
Ojalá algún día logre perdonarme por haberle dado la espalda a una parte de mí. Ojalá algún día lo entiendas.

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