Era difícil explicárselo. Más aún considerando todo el tiempo que llevábamos juntos: Casi un año.
Toda la noche había practicado en frente del espejo la mejor manera de decírselo, y no pude encontrar una forma de decírselo sin llorar antes de terminar la frase. En ese momento todo se volvía tan indescriptible. Era una mezcla de sentimientos que llegaban a sofocarme, ahogarme, y nunca me dejaban decir lo que verdaderamente quería explicar.
En la mañana tomé el bus, me senté en uno de los asientos individuales y me dispuse a mirar por la ventana cualquier cosa que me distrajera de lo que estaba a punto de hacer.
Estaba experimentando una sensación de libertad por adelantado.
Claro, necesitaba un café que me mantuviera lúcido luego de una noche sin dormir. Así que bajé unas cuadras antes, y me dirigí a una cafetería a la que solía ir.
Chace, el mesero, se había vuelto un amigo, un confidente, por así decirlo. Le contaba mis problemas mientras lo invitaba un café negro sin azúcar.
Me trae el café y mientras lo apoya sobre la mesa pregunta:
―¿Al final, simplemente lo harás?
―Sí, nada se interpondrá en el medio―Respondí serio. Y no había nada que esconder. Las veces que había intentado decírselo siempre alguien nos interrumpía; o sus amigas, o algún llamado, y siempre dejábamos la conversación pendiente, pero ya no más.
―Es tu vida, y lo sabes. Recuerda que solo tienes quince años, no te lo tomes todo tan a pecho. Debo seguir trabajando, pasa luego si tienes ganas de conversar―Dijo, y se escabulló por detrás del mostrador del bar.
Me tomé unos minutos para reflexionar todo de nuevo, mientras miraba por la ventana, degustando el café negro.
De camino al colegio, mi cabeza hacía y deshacía mil pensamientos por segundo. No podía mantenerme quieto, no podía dejar de morder mis uñas. ¿Era el café o los nervios? No lo sé, pero era algo increíble. Estaba tan nervioso que no sabía si iba a poder decirlo.
Miraba a la gente que me cruzaba por la calle y, todos parecían estar tranquilos. Maldición, ¿yo era el único psicópata que caminaba con ligereza y una mirada extraviada por algún lugar de la calle? Sí, al parecer sí. Al llegar al colegio estaba dudoso de entrar. Quería hacerlo, y a la vez algo desconocido me detenía, me incitaba a volver a casa sin concretar mi objetivo. Aún así, decidí entrar.
Cuando la ví, la duda se clavó en mi como una daga en el pecho. ¿Estaba listo ésto?
Ella se acercó a mi con un rostro apagado, amargado. Lo primero que hizo al verme fue abrazarme fuerte. Amaba sus abrazos, son de esos que solo ella sabe dar.
Tomé seriedad, y dije:
―Liz, debo decirte algo―Dije, prácticamente vomitando las palabras.
―Yo también, Pablo. Tú primero.
―Creo que deberíamos terminar―Dije intentando contener el llanto que subía por mi garganta. Lo dije rápido, sin vueltas, no había planeado eso. Todo tenía que ser diferente. O quizás simplemente esas cosas no se planean, simplemente suceden. Nadie está listo para un rompimiento.
Levanté mi vista y la vi. Ambas manos cubriendo su rostro. Lloraba amargamente. Creo que algo había presentido anteriormente.
―Liz, ¿qué debías decirme?―Pregunté desesperado.
―Nada, solo era algo tonto―dijo enojada, quitando las lágrimas de su rostro―Debo irme, buena suerte en tu vida Pablo, y aunque ya no me ames, yo todavía lo hago, y siempre lo voy a hacer―Besó mis labios fugazmente para luego desaparecer de mi vista.
Caminé confundido por los pasillos del colegio, creo que aún no había tomado conciencia de lo que había hecho. Minutos después, todo lo que parecía esta bien, ya no lo estaba.
Lamentablemente, mientras mantenía una pequeña conversación con una de las amigas de Liz, me confesó que estaba embarazada, y que pensaba decírmelo hoy. Mis planes y yo de nuevo arruinaban todo. En ese momento comencé a desesperarme. ¿Liz embarazada?
Buscamos en la ciudad, de este a oeste, de norte a sur, e igualmente Liz no estaba en ningún lado. Comenzaba a enloquecer.
Así pasamos el día: buscándola. Regresé a mi casa agotado y preocupado. Necesitaba dormir, pero antes quería ver un poco de televisión, así lograba despejarme un poco de mis pensamientos. Prendí la televisión, y la devastadora noticia no se hizo esperar.
Haciendo zapping, me encontré con un canal informativo cuyo título en las noticias desalentaba todas mis esperanzas: "Encuentran el cuerpo de una adolescente en las vías del tren".
La noticia informaba que habían hallado el cadáver de una adolescente de entre quince y dieciocho años, rubia, delgada y alta, aparentemente de ojos negros. Era la descripción perfecta de Liz.
Lloraba. Me quedé un rato más mirando el noticiero para ver si daban más información.
Minutos después, el reportero dijo que habían identificado el cuerpo. Liz Santos. Mi mundo de esfumaba en el aire.
En ese momento entendí que no estaba listo para perder a Liz, y que sin embargo, por culpa de mi ansiedad e insensatez, había perdido mucho más que eso, también había perdido a mi hijo.
― Skylar Grey, 2012.
Me recomendaron tu blog, y la posta es que me encanta como escribis :3 ojala pudiera escribir asi, pero ok, no importa. xD No, encerio, amo como escribis, me gusto tu historia.
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