Enamorarte de alguien no correspondido es quizás una de las sensaciones más de mierda que existen. Dicen que «donde hay voluntad, hay camino» así como también dicen que si te confiesas a alguien, le estás dando el poder para que te destruya. Amar es ser destruido. A mi ya me destruyeron una vez, y aún así apuesto de nuevo. Redoblo la apuesta. Quiero que me terminen de destruir. Quiero que me apunten con el cañón en el pecho y que sea lo que tenga que ser.
Confío en lo que siento. Hace más de un año que al verlo el pecho se me enciende como una brasa caliente. No puedo estar errada si viene de hace tiempo. Pienso ―de hecho, ya lo hice― arriesgarme. Apostar todo al amor de nuevo. Dicen que lo bueno se hace esperar porque lo que fácil viene, fácil se va.
No puedo dejarme dominar por el miedo. La vida se trata de tomar riesgos. Los riesgos no son sólo pérdidas, a veces también se gana. Las grandes cosas de la vida se hacen con un poco de miedo. Mentiría si dijera que no tengo miedo a perderlo, a que se aleje, pero no puedo evitarlo. Me gusta. Me gusta como me habla, como me trata, como es. Me gusta porque aprendí a mirarlo y descifrar que pasa por su mente, y a la vez es completamente impredecible; de pronto aparece con algo que no vi venir, cambia mi rutina, rompe mis esquemas, vuela mi cerebro con alguna incógnita que clava en mi mente. Lo miro y no puedo creer como llegamos a estar tan cerca, y siento que quiero tenerlo tan cerca como para saber a qué huele su respiración, o si su perfume es más fuerte o más suave estando a centímetros de su piel.
Hace mucho que tengo ésta catarata de sentimientos escondida, catarata que nadie tenía que descubrir. Ahora no hay nada que me prive de darme el hermoso gusto de sentir todo lo que siento por él. Todo éste tiempo que estuvo escondido sólo logró hacerse más fuerte, ahora que se liberó quiere comerse al mundo, quiere comerse a quién lo origina. Y tampoco pienso privarme de hacerlo.
Quiero probar sus labios una y otra vez para saber si en algún momento cambian de sabor. Quiero protegerlo. Quiero poder abrazarlo cuando se sienta triste o frágil. Quiero besarlo cuando sienta que no puedo hacer más nada para hacerlo sentir mejor. Quiero darme la libertad de hacer todo lo que siempre quise hacerle, pero nunca me animé. Quiero ahuyentar sus fantasmas e inseguridades. Quiero que sepa que él no está errado y que el mundo no está en su contra. Quiero que sonría, que me haga brillar el alma con esa sonrisa que tiene y saber que es por mí. Quiero que me mire y le brillen los ojos. Quiero que me preste toda la atención que le prestó a otras y nunca tuvo la respuesta que merecía. Quiero hacerlo feliz. Quiero que sea feliz.
Necesito una oportunidad. La vida es asumir riesgos y yo estoy al borde de la cornisa ―y de la locura― por vos.
martes, 2 de diciembre de 2014
Soledad.
Cierra una etapa e inicia otra. Cierro por completo éste libro para dejarlo en la repisa y comenzar a escribir otro.
Acá y ahora estoy sola, y quizás piensen que no lo estoy, pero no hablo en ese sentido. Digamos, hasta hace unos meses atrás creía tener la vida hecha, y en menos de dos meses todo eso se fue al tacho. No debía ser, o quizás sí, pero más adelante. No lo creo. Estoy haciéndome las preguntas que nunca me hice antes, sólo porque le temía a las respuestas. Ahora no hay más nada que perder, hasta yo estoy perdida.
Pienso en lo que fue y no pudo ser más, y espero. No sé que espero. Quizás a alguien mejor, más adecuado para mí... O quizás ya lo encontré, pero el sentimiento no es mutuo. Dicotomía, y retrocedo. Doy un paso y vuelvo cuatro sobre mis pies. Retrocedo porque a veces lo único que quiero es dejar de lastimar a las buenas personas que me rodean. Dejar de hacerles daño. Dejar a mi orgullo de lado y volver a quién alguna vez supe ser, a esa que tanto odié, pero que ahora tanto amo y extraño, porque si me consideraba monstruo en ése entonces... No sé que clase de abominación puedo ser ahora. Intento alimentar ese deseo utópico de que es posible volver el tiempo atrás y recomponer nuestros errores, pero no es así. Yo lo sé. No quiero aceptarlo.
La necesidad de ser amado sujeta fuerte. Me asfixia y me consume tanto o más que el odio. La necesidad de recibir un beso sincero en los labios me abraza como un chaleco de fuerza del que no me puedo liberar, o quizás si puedo, pero no lo deseo. Y aunque me entrometa en mil sábanas para tapar la ausencia de amor, la necesidad siempre se abrirá paso para hacerle un lugar a la desesperación que conlleva la soledad.
Dicen que las cosas acaban como inician, pero no. Siempre todo termina para el orto. Se acaba en la soledad y con un vacío en el alma por la injusticia que se siente el haber dado tanto para haber recibido tan poco. Termina con la satisfacción de saber que se dio todo, pero con la inconformidad de saber que aunque diste lo mejor, nada importó. Y entonces todo pasa. Pasa que todo lo que se prometió, nunca se cumplió. Te das cuenta que todo era irreal, que los cuentos de hadas no existen, que los «para siempre» tienen fecha de vencimiento y la decepción te marchita. Los recuerdos siguen. La vida sigue, pero nada vuelve a ser igual después de eso. Las fotografías viejas están para recordarte lo estúpida que fuiste y lo mal que procediste. Crees que es un castigo pero sólo es una de tantas lecciones que vas a recibir por haber nacido humano. Son las mismas que van a estar en juego a la hora de juzgar qué tanto haz aprendido o qué tan tonto haz sido para volver a caer.
Y ahí es donde vuelvo a caer. Ahí es donde me levanto del suelo y de las cenizas como un ave fénix. Tengo mis alas rotas, intento volar y me duele. No importa. Sigo avanzando. Ningún dolor es comparable con la soledad. Vuelo hacia donde están mis pares. Vuelo hacia donde está ese nuevo alguien que va a volver a lastimarme, intentando convencerme que no. Choco contra una pared y lo intento de nuevo. La vida es mantenerse intentando, intentar no estar sola. Porque después de todo, estoy así ahora: Sola. Estoy sola. Siquiera mi mente está acá, quizás esté donde yo debo estar, pero no puedo. Estoy sola, o quizás siquiera estoy.
Acá y ahora estoy sola, y quizás piensen que no lo estoy, pero no hablo en ese sentido. Digamos, hasta hace unos meses atrás creía tener la vida hecha, y en menos de dos meses todo eso se fue al tacho. No debía ser, o quizás sí, pero más adelante. No lo creo. Estoy haciéndome las preguntas que nunca me hice antes, sólo porque le temía a las respuestas. Ahora no hay más nada que perder, hasta yo estoy perdida.
Pienso en lo que fue y no pudo ser más, y espero. No sé que espero. Quizás a alguien mejor, más adecuado para mí... O quizás ya lo encontré, pero el sentimiento no es mutuo. Dicotomía, y retrocedo. Doy un paso y vuelvo cuatro sobre mis pies. Retrocedo porque a veces lo único que quiero es dejar de lastimar a las buenas personas que me rodean. Dejar de hacerles daño. Dejar a mi orgullo de lado y volver a quién alguna vez supe ser, a esa que tanto odié, pero que ahora tanto amo y extraño, porque si me consideraba monstruo en ése entonces... No sé que clase de abominación puedo ser ahora. Intento alimentar ese deseo utópico de que es posible volver el tiempo atrás y recomponer nuestros errores, pero no es así. Yo lo sé. No quiero aceptarlo.
La necesidad de ser amado sujeta fuerte. Me asfixia y me consume tanto o más que el odio. La necesidad de recibir un beso sincero en los labios me abraza como un chaleco de fuerza del que no me puedo liberar, o quizás si puedo, pero no lo deseo. Y aunque me entrometa en mil sábanas para tapar la ausencia de amor, la necesidad siempre se abrirá paso para hacerle un lugar a la desesperación que conlleva la soledad.
Dicen que las cosas acaban como inician, pero no. Siempre todo termina para el orto. Se acaba en la soledad y con un vacío en el alma por la injusticia que se siente el haber dado tanto para haber recibido tan poco. Termina con la satisfacción de saber que se dio todo, pero con la inconformidad de saber que aunque diste lo mejor, nada importó. Y entonces todo pasa. Pasa que todo lo que se prometió, nunca se cumplió. Te das cuenta que todo era irreal, que los cuentos de hadas no existen, que los «para siempre» tienen fecha de vencimiento y la decepción te marchita. Los recuerdos siguen. La vida sigue, pero nada vuelve a ser igual después de eso. Las fotografías viejas están para recordarte lo estúpida que fuiste y lo mal que procediste. Crees que es un castigo pero sólo es una de tantas lecciones que vas a recibir por haber nacido humano. Son las mismas que van a estar en juego a la hora de juzgar qué tanto haz aprendido o qué tan tonto haz sido para volver a caer.
Y ahí es donde vuelvo a caer. Ahí es donde me levanto del suelo y de las cenizas como un ave fénix. Tengo mis alas rotas, intento volar y me duele. No importa. Sigo avanzando. Ningún dolor es comparable con la soledad. Vuelo hacia donde están mis pares. Vuelo hacia donde está ese nuevo alguien que va a volver a lastimarme, intentando convencerme que no. Choco contra una pared y lo intento de nuevo. La vida es mantenerse intentando, intentar no estar sola. Porque después de todo, estoy así ahora: Sola. Estoy sola. Siquiera mi mente está acá, quizás esté donde yo debo estar, pero no puedo. Estoy sola, o quizás siquiera estoy.
sábado, 11 de octubre de 2014
One shot (Colaboración).
Estaba cansada. Quería llegar a casa, quitarse los tacos tan altos, la pollera tan ajustada y tirarse en su tan cómodo sofá. Un maratón de CSI: Miami no vendría mal.
Su mente le pedía, de rodillas, que no encendiera el televisor. Él estaría por todos lados, ella a su lado. Sentía descompostura. Ugh, iba a vomitar todo su amor, todos sus minutos juntos, todas sus pasiones desatadas. Quería odiarlo. Quería odiarla. Todo su esfuerzo era en vano.
Se presentó en su trabajo, como todos los días. Implacable. Sin un pelo fuera de lugar. Era así.
―Buenos días, Eve. – su jefe le sonrió. Intentó no caer. Intentó resistir. Intentó pensar en otra cosa, que la evitara caer en eso. "Gáname", le gritó la última vez que se vieron. Lo gritó con furia, desesperación.
― Ni se te ocurra. –Cerraba los ojos y sentía sus manos en lugares que no debían. Él era casado. Y ella su sucia amante.
―¿Qué no se me ocurra qué? ¿Saludar a mi empleada? ¿A mi asesora? Por vos estoy en este lugar. En donde siempre quise estar. Sos a quien amo. Con quien quiero compartir la casa de Niza, que construí solo para nosotros, nuestros hijos. Dejarla a Sophia y hacer nuestra vida. ¡Pero no podemos! ¿Por qué?
― ¿El Presidente de los Estados Unidos de América quiere todo servido en bandeja verdad? Pues no, Henry. No. No voy a venir a vos, decirte que sí a todo y un "felices por siempre". Me tuviste en tus manos demasiado tiempo. Y me cansé. Estar atrás de Sophia todo el tiempo, siendo estúpida, creyendo en todo lo que me decías. ¡Y ME CANSÉ! No soy un premio o un trofeo que puede esperar por siempre a que lo ganes. Y sí, sin mi no serías presidente. Estarías en toda clase de líos. POR MÍ SEGUIS A FLOTE. Suerte en tu próxima campaña, la vas a necesitar. Yo no voy a estar de tu lado. Ya no me podes ganar. Me perdiste definitivamente. No me amas.
―Si lo hago. Que vos seas una testaruda, cerrada, no es mi culpa. Por vos estoy dispuesto a dejar todo esto. A ser un soccer dad. Por vos doy todo, Evelyn. ¿Acaso te animas a dudarlo? Me has dejado miles de veces y te he vuelto a ver, con los brazos abiertos, esperándote a que vuelvas a donde perteneces, conmigo. ¿Es tan difícil simplemente quedarte conmigo?
― Lo es, Henry. Lo es. ¿Sabes por qué? Porque luego de tres años no la dejas. Sigo siendo nada. Pero a ella la destruiría que la dejes sin la Casa Blanca, las perlas y el honor de ser la Primera Dama. La pones a ella sobre mi. Y eso, no me parece bien. Te contradecís en tu discurso. Ya no soy tuya, Henry. Ya no más. –tomó mi bolso y lo miró a los ojos – mi renuncia en tu escritorio, mañana a primera hora.
Ser la tercera en discordia no es lindo. Ser la ¿Segunda Dama? de los Estados Unidos de América no es satisfactorio. Lo que es lindo y satisfactorio en su vida, no está allí en Washington.
Y Henry no volvió a oír de ella.
Su mente le pedía, de rodillas, que no encendiera el televisor. Él estaría por todos lados, ella a su lado. Sentía descompostura. Ugh, iba a vomitar todo su amor, todos sus minutos juntos, todas sus pasiones desatadas. Quería odiarlo. Quería odiarla. Todo su esfuerzo era en vano.
Se presentó en su trabajo, como todos los días. Implacable. Sin un pelo fuera de lugar. Era así.
―Buenos días, Eve. – su jefe le sonrió. Intentó no caer. Intentó resistir. Intentó pensar en otra cosa, que la evitara caer en eso. "Gáname", le gritó la última vez que se vieron. Lo gritó con furia, desesperación.
― Ni se te ocurra. –Cerraba los ojos y sentía sus manos en lugares que no debían. Él era casado. Y ella su sucia amante.
―¿Qué no se me ocurra qué? ¿Saludar a mi empleada? ¿A mi asesora? Por vos estoy en este lugar. En donde siempre quise estar. Sos a quien amo. Con quien quiero compartir la casa de Niza, que construí solo para nosotros, nuestros hijos. Dejarla a Sophia y hacer nuestra vida. ¡Pero no podemos! ¿Por qué?
― ¿El Presidente de los Estados Unidos de América quiere todo servido en bandeja verdad? Pues no, Henry. No. No voy a venir a vos, decirte que sí a todo y un "felices por siempre". Me tuviste en tus manos demasiado tiempo. Y me cansé. Estar atrás de Sophia todo el tiempo, siendo estúpida, creyendo en todo lo que me decías. ¡Y ME CANSÉ! No soy un premio o un trofeo que puede esperar por siempre a que lo ganes. Y sí, sin mi no serías presidente. Estarías en toda clase de líos. POR MÍ SEGUIS A FLOTE. Suerte en tu próxima campaña, la vas a necesitar. Yo no voy a estar de tu lado. Ya no me podes ganar. Me perdiste definitivamente. No me amas.
―Si lo hago. Que vos seas una testaruda, cerrada, no es mi culpa. Por vos estoy dispuesto a dejar todo esto. A ser un soccer dad. Por vos doy todo, Evelyn. ¿Acaso te animas a dudarlo? Me has dejado miles de veces y te he vuelto a ver, con los brazos abiertos, esperándote a que vuelvas a donde perteneces, conmigo. ¿Es tan difícil simplemente quedarte conmigo?
― Lo es, Henry. Lo es. ¿Sabes por qué? Porque luego de tres años no la dejas. Sigo siendo nada. Pero a ella la destruiría que la dejes sin la Casa Blanca, las perlas y el honor de ser la Primera Dama. La pones a ella sobre mi. Y eso, no me parece bien. Te contradecís en tu discurso. Ya no soy tuya, Henry. Ya no más. –tomó mi bolso y lo miró a los ojos – mi renuncia en tu escritorio, mañana a primera hora.
Ser la tercera en discordia no es lindo. Ser la ¿Segunda Dama? de los Estados Unidos de América no es satisfactorio. Lo que es lindo y satisfactorio en su vida, no está allí en Washington.
Y Henry no volvió a oír de ella.
― Luciana Díaz, octubre 2014.
Mil gracias por el One Shot, amiga mía.
jueves, 2 de octubre de 2014
Renacer.
Y al fin sucedió. Cuando pensaba que jamás podría encontrar a alguien que me haga sentir esas "mariposas" en la panza, apareció él. Alto, amable, divertido, a primera vista lo consideré «tranquilo», pero nada más lejos de la realidad. El hambre de querer «algo más» para esta vida en sus vívidos ojos color cielo me hicieron tambalear las piernas desde la primera vez que nos vimos.
Nos volvimos momentáneos y fugaces compañeros de departamento, convivimos de manera casi casual y sin pensar en que pasarían tantas cosas en tan solo una noche. Compartimos charlas que jamás había tenido con nadie, sólo porque me inspiró la confianza necesaria; le abrí mi alma, mis miedos y hasta mis peores errores sólo para que supiera en lo que se estaba metiendo; pasé por uno de sus ataques y aún así acá seguimos. Acá sigo. Pensando en él cada segundo como si hicieran días que no lo veo.
Logró distraerme de todo y de todos.
Logró que acepte que cuando algo no funciona, simplemente hay que dejar que siga su rumbo por mucho que duela, porque «no se puede estar en el puerto si el barco ya partió a otro destino hace bastante».
Logró que acepte arrancarme del pecho a la persona por la cual tantas noches lloré en sus piernas pidiéndole que me matara antes de seguir sintiendo como se me marchitaba el alma sin él.
Hoy, tengo la oportunidad de presenciar un nuevo amanecer. Es un nuevo día, una nueva oportunidad para el alma de renacer, y no pienso desperdiciarlo.
domingo, 6 de julio de 2014
Final alternativo de "Casa Tomada" (Julio Cortázar).
No nos miramos siquiera. Apreté el
brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos
hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas
nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se
oía nada.
-Han tomado esta parte -dijo Irene. El
tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían
debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el
tejido sin mirarlo.
-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa?
-le pregunté inútilmente.
-No, nada.
-No, nada.
Estábamos
con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi
dormitorio. Ya era tarde ahora.
Como
me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi
brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la
calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré
la llave a la alcantarilla. No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera
robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.
Caminamos ambos sin destino por la
calle unos minutos, no estoy en condición de afirmar cuantos,
desafortunadamente mi reloj se detuvo a las once y media. Irene solo miraba
hacia el suelo con resignación, yo creo que lo que más le dolió fue tener que
dejar ese chaleco gris (que a mi tanto me gustaba) a medio terminar.
Pasados unos minutos Irene levantó
la mirada del suelo para situarla en algún punto lejano. No pude distinguir si
era furia, impotencia o tristeza. Pasó así otro par de minutos.
-No podemos
dejar que se queden con la casa –dijo Irene y comenzó a caminar hacia la casa
de nuevo. Intenté frenarla, creía que era una locura, pero ella me miró con
ojos vidriosos y no pude hacer más que acompañarla a recuperar lo que nos
pertenecía.
Al llegar a la casa no podíamos
creer lo que nuestros ojos percibían. La casa que habíamos dejado hacía horas
atrás, se había derrumbado.
-¿Cuánto
tiempo hemos caminado? –me preguntó Irene asombrada.
Yo no sabría decir si el barrio
había cambiado y yo no me había dado cuenta antes, o si estuvimos perdidos el
tiempo suficiente para que todo eso sucediera. Pareció tan poco tiempo, y a la
vez, pasaron tantas cosas que era un disparate sostener que solo habían sido un
par de horas.
Ahora ya no había nada que hacer.
Sólo quedaban los restos de una casa que había sido destruida por nosotros y
por quienes la tomaron. En ese momento me pregunté si lo mejor hubiese sido
irnos cuando ya habían tomado el fondo de la casa.
Tomé de nuevo a Irene por la cintura
y comenzamos a caminar hacia el lado contrario del que vinimos. Sentimos que
nos seguían. Solté la cintura de Irene y en un susurro le pedí que se alejara.
Me miró con ojos desconcertados, yo no sé si ella no se había dado cuenta o si
no quería dejarme allí. Suspiró. Apretó mi mano con tranquilidad, y siguió
caminando. Yo me quedé allí, mirando la espalda de la mañanita rosácea de Irene
(que ella misma había tejido) alejarse mientras sentía como una fuerza mayor a la
mía se apoderaba de mí.
domingo, 13 de abril de 2014
lunes, 24 de marzo de 2014
Wonderwall
Era una fiesta normal, como cualquier fiesta que organizan los adolescentes cuando quieren embriagarse hasta vomitar y consumir todo tipo de sustancias alucinógenas sin el control de sus padres.
Tatiana y su grupo de amigos estaban presente en ella.
Una simple chica de dieciocho años a la que tildaban de simpática y dulce, sostenía un vaso de alguna bebida alcohólica que no logré descifrar. Jamás la había visto tomar alcohol, y a juzgar por su cara al tomar cada sorbo del recipiente trasparente que sostenía entre sus dedos con la delicadeza de una pluma, ella tampoco era de las chicas que suelen frecuentar al alcohol. Sin embargo, su amiga a su lado la animaba para que siguiera tomando esa bebida misteriosa.
Todo iba bien, al menos para Tatiana, porque el resto es mejor no mencionar. Ella seguía junto a una de sus amigas hablando alegremente, riéndose con su brillante sonrisa, con su vestido y accesorios impecables y su maquillaje que parecía recién colocado. Sostenía un vaso de sangría que estaba por la mitad y que parecía gustarle, parecía que era lo único que le había gustado de todas las bebidas alcohólicas que había probado esa noche, y lo degustaba con gozo.
Los depresores que circulaban por la pequeña fiesta para alrededor de veinticinco adolescentes hicieron efecto y alrededor de las tres de la mañana un gran porcentaje de los invitados estaban sentados en partes distintas de la casa ―algunos en grupos, otros simplemente solos― sufriendo los efectos de las sustancias consumidas. Tatiana observaba con asombro el espectáculo que sus ojos veían y lo comentaba con un chico de pelo castaño, poco más alto que ella. Esos pares de pupilas dilatadas y bocas delirantes frente a sus ojos no parecían ponerla cómoda.
Para su suerte ―o no tanta―, un chico que parecía ser más grande que ellos se dirige hacia el equipo de música e inserta un pendrive. Toca un par de botones y luego se lanza otra vez sobre un sillón de dos piezas con la cabeza recostada hacia atrás. Es cuestión de segundos para que Tatiana oiga las primeras notas de la canción y quedara conmocionada. Un flashback viene a su mente como topetazo y por mucho que lo intenta sé que no logra disuadirlo por la forma que en la sonrisa de su rostro se va desdibujando con cada segundo que la canción avanza.
Se trata de Gianfranco, su ex novio. Un guitarrista y cantante por excelencia. Un chico al que todos tildaron de "sinvergüenza" cuando lo vieron salir a la calle tomado de la mano de Tatiana; y es que quizás sea impactante el hecho de ver a una chica de trece años con un chico de veintidós, pero todos los problemas por los que tuvo que atravesar este muchacho para que su relación fuera aceptada son incontables.
Se querían como hermanos, se hablaban como niños y se besaban como adultos. Era una relación difícil de creer y casi insostenible para cualquier otra chica de trece años, pero a ella eso no parecía importarle.
Pasaron juntos alrededor de ciento sesenta días de playa, ciento noventa caminatas sobre las crujientes hojas de los árboles, un invierno y solamente un día de la primavera.
La muerte de Gianfranco Batelli produjo asombro en todo el barrio. Murió como lo que era, un soñador. Lo encontraron en su cama una mañana fría de invierno. Tatiana siempre dijo que «Era tan feliz en sus sueños que prefirió seguir en ellos que volver a la realidad».
Nadie la vio llorar durante el velatorio, tampoco en el entierro. Las malas lenguas aludieron su fortaleza y nula sensibilidad a una falta importante de cariño hacia su difunto novio. Otras, en cambio, dijeron que todas las noches podían oír los sollozos de la niña desde una cuadra a la redonda. Lo cierto es que nunca demostró debilidad frente a terceros en cuanto al fallecimiento de Gianfranco; muchos sabemos que aunque se tata de una herida que ha sido hecha en una niña, aún sigue cicatrizando en una mujer.
Tatiana recordó todos sus sollozos nocturnos con tan solo el primer minuto de esa canción en sus oídos, y sabía que su permanecía allí otro minuto, ya sería tarde, estaría llorando como un cachorro. Corrió por el pasillo de la casa que se hacía cada vez más extenso y parecía eterno, entró a una habitación por su cartera y salió de nuevo corriendo. Saludó lo más formalmente que pudo en su situación y se fue.
Todos quedaron desconcertados con ese impulso de Tatiana, pero yo se entenderla perfectamente. Luego de ese primer día, esa primer salida en el parque donde tomé mi guitarra y comencé a cantarle Oasis enfrente de todos sin que me importase el que pensarán, comprendí que esa canción se había vuelto nuestra. Que en esa canción se habían escrito nuestros nombres, como los de muchas otras parejas. Y allí también entendí que quería estar con ella para siempre, protegiéndola de todo y a la vez haciéndola fuerte, para que pudiera atravesar cualquier obstáculo que la vida pudiera llegar a plantarle, pero nunca creí que uno de esos obstáculos sería mi muerte. Aunque si eso la volvió tan hermosa y fuerte como es ahora, creo que me resignaré a mi destino de solo verla por momentos y poder apreciar como cada día se hace mas fuerte y más bonita, aunque yo no pueda disfrutar de ella.
Tatiana y su grupo de amigos estaban presente en ella.
Una simple chica de dieciocho años a la que tildaban de simpática y dulce, sostenía un vaso de alguna bebida alcohólica que no logré descifrar. Jamás la había visto tomar alcohol, y a juzgar por su cara al tomar cada sorbo del recipiente trasparente que sostenía entre sus dedos con la delicadeza de una pluma, ella tampoco era de las chicas que suelen frecuentar al alcohol. Sin embargo, su amiga a su lado la animaba para que siguiera tomando esa bebida misteriosa.
Todo iba bien, al menos para Tatiana, porque el resto es mejor no mencionar. Ella seguía junto a una de sus amigas hablando alegremente, riéndose con su brillante sonrisa, con su vestido y accesorios impecables y su maquillaje que parecía recién colocado. Sostenía un vaso de sangría que estaba por la mitad y que parecía gustarle, parecía que era lo único que le había gustado de todas las bebidas alcohólicas que había probado esa noche, y lo degustaba con gozo.
Los depresores que circulaban por la pequeña fiesta para alrededor de veinticinco adolescentes hicieron efecto y alrededor de las tres de la mañana un gran porcentaje de los invitados estaban sentados en partes distintas de la casa ―algunos en grupos, otros simplemente solos― sufriendo los efectos de las sustancias consumidas. Tatiana observaba con asombro el espectáculo que sus ojos veían y lo comentaba con un chico de pelo castaño, poco más alto que ella. Esos pares de pupilas dilatadas y bocas delirantes frente a sus ojos no parecían ponerla cómoda.
Para su suerte ―o no tanta―, un chico que parecía ser más grande que ellos se dirige hacia el equipo de música e inserta un pendrive. Toca un par de botones y luego se lanza otra vez sobre un sillón de dos piezas con la cabeza recostada hacia atrás. Es cuestión de segundos para que Tatiana oiga las primeras notas de la canción y quedara conmocionada. Un flashback viene a su mente como topetazo y por mucho que lo intenta sé que no logra disuadirlo por la forma que en la sonrisa de su rostro se va desdibujando con cada segundo que la canción avanza.
Se trata de Gianfranco, su ex novio. Un guitarrista y cantante por excelencia. Un chico al que todos tildaron de "sinvergüenza" cuando lo vieron salir a la calle tomado de la mano de Tatiana; y es que quizás sea impactante el hecho de ver a una chica de trece años con un chico de veintidós, pero todos los problemas por los que tuvo que atravesar este muchacho para que su relación fuera aceptada son incontables.
Se querían como hermanos, se hablaban como niños y se besaban como adultos. Era una relación difícil de creer y casi insostenible para cualquier otra chica de trece años, pero a ella eso no parecía importarle.
Pasaron juntos alrededor de ciento sesenta días de playa, ciento noventa caminatas sobre las crujientes hojas de los árboles, un invierno y solamente un día de la primavera.
La muerte de Gianfranco Batelli produjo asombro en todo el barrio. Murió como lo que era, un soñador. Lo encontraron en su cama una mañana fría de invierno. Tatiana siempre dijo que «Era tan feliz en sus sueños que prefirió seguir en ellos que volver a la realidad».
Nadie la vio llorar durante el velatorio, tampoco en el entierro. Las malas lenguas aludieron su fortaleza y nula sensibilidad a una falta importante de cariño hacia su difunto novio. Otras, en cambio, dijeron que todas las noches podían oír los sollozos de la niña desde una cuadra a la redonda. Lo cierto es que nunca demostró debilidad frente a terceros en cuanto al fallecimiento de Gianfranco; muchos sabemos que aunque se tata de una herida que ha sido hecha en una niña, aún sigue cicatrizando en una mujer.
Tatiana recordó todos sus sollozos nocturnos con tan solo el primer minuto de esa canción en sus oídos, y sabía que su permanecía allí otro minuto, ya sería tarde, estaría llorando como un cachorro. Corrió por el pasillo de la casa que se hacía cada vez más extenso y parecía eterno, entró a una habitación por su cartera y salió de nuevo corriendo. Saludó lo más formalmente que pudo en su situación y se fue.
Todos quedaron desconcertados con ese impulso de Tatiana, pero yo se entenderla perfectamente. Luego de ese primer día, esa primer salida en el parque donde tomé mi guitarra y comencé a cantarle Oasis enfrente de todos sin que me importase el que pensarán, comprendí que esa canción se había vuelto nuestra. Que en esa canción se habían escrito nuestros nombres, como los de muchas otras parejas. Y allí también entendí que quería estar con ella para siempre, protegiéndola de todo y a la vez haciéndola fuerte, para que pudiera atravesar cualquier obstáculo que la vida pudiera llegar a plantarle, pero nunca creí que uno de esos obstáculos sería mi muerte. Aunque si eso la volvió tan hermosa y fuerte como es ahora, creo que me resignaré a mi destino de solo verla por momentos y poder apreciar como cada día se hace mas fuerte y más bonita, aunque yo no pueda disfrutar de ella.
― Escrito por Skylar Grey, 24 de Marzo de 2014.
lunes, 20 de enero de 2014
¡Bon Voyage, Ivi!
Sinceramente no tengo palabras para decir porque me tomó muy por sorpresa a situación, porque uno no se levanta por las mañanas pensando "hoy voy a enterarme que uno de mis mejores amigos de la infancia se ha ido", y es que en realidad nunca estás preparado para la muerte, tanto tuya como ajena.
Pero, al haberme enterado, aunque aún no se como ocurrió, me gustaría tomarme el atrevimiento de expresar mi deseo de que descanses en paz eternamente. Tengo hermosos e imborrables recuerdos junto a vos que siempre van a acompañarme.
Estoy shockeada, pero más que por la situación, es porque pienso que eras una persona joven, que estabas en la flor de tus 16 y que tenías tanto por vivir, y te lo arrebataron. La vida es injusta, pero es vida. Nunca sabes cuando vas a acostarte por la noche sin despertar a la mañana siguiente, por eso es importante vivir y no tener arrepentimientos. Vivir sin pensar dos veces, sin retraerse, vivir. Largarse a por la vida dispuesto a enfrentar lo que debas enfrentar.
En estos momentos me gustaría pensar que algún día nos volveremos a ver y charlaremos como los niños que supimos ser, eso que no tenían más preocupaciones que jugar, hacer amigos y divertirse. Como ya dije, tengo hermosos recuerdos de vos, podrán irse borrando con el tiempo, pero hay algo que no me olvidaré nunca: tu sonrisa. Esa sonrisa hizo que yo me rompiera la frente día y noche pensando en vos mis últimos dos años de primaria, y recién el año pasado me tomé el atrevimiento de admitirlo, y ahí la vi de nuevo. Esa sonrisa llena de vida que me hacía palpitar fuerte el corazón y llenarme de nervios cinco minutos antes de entrar al colegio. Fuiste uno de mis primeros amores, y eso también hace que no pueda olvidarte.
Volviendo al tema principal, todo lo que dije no importa ya, porque hoy te fuiste por la eternidad y no hay nada que pueda hacerte volver. Así que lo único que espero es que descanses en paz, y que alguna vez podamos volver a vernos para poder hacer esa juntada de verano que habíamos planeado ese verano de 2008.
Que descanses en paz, Ivan Alejandro Suárez, nunca me voy a olvidar de vos.
Pero, al haberme enterado, aunque aún no se como ocurrió, me gustaría tomarme el atrevimiento de expresar mi deseo de que descanses en paz eternamente. Tengo hermosos e imborrables recuerdos junto a vos que siempre van a acompañarme.
Estoy shockeada, pero más que por la situación, es porque pienso que eras una persona joven, que estabas en la flor de tus 16 y que tenías tanto por vivir, y te lo arrebataron. La vida es injusta, pero es vida. Nunca sabes cuando vas a acostarte por la noche sin despertar a la mañana siguiente, por eso es importante vivir y no tener arrepentimientos. Vivir sin pensar dos veces, sin retraerse, vivir. Largarse a por la vida dispuesto a enfrentar lo que debas enfrentar.
En estos momentos me gustaría pensar que algún día nos volveremos a ver y charlaremos como los niños que supimos ser, eso que no tenían más preocupaciones que jugar, hacer amigos y divertirse. Como ya dije, tengo hermosos recuerdos de vos, podrán irse borrando con el tiempo, pero hay algo que no me olvidaré nunca: tu sonrisa. Esa sonrisa hizo que yo me rompiera la frente día y noche pensando en vos mis últimos dos años de primaria, y recién el año pasado me tomé el atrevimiento de admitirlo, y ahí la vi de nuevo. Esa sonrisa llena de vida que me hacía palpitar fuerte el corazón y llenarme de nervios cinco minutos antes de entrar al colegio. Fuiste uno de mis primeros amores, y eso también hace que no pueda olvidarte.
Volviendo al tema principal, todo lo que dije no importa ya, porque hoy te fuiste por la eternidad y no hay nada que pueda hacerte volver. Así que lo único que espero es que descanses en paz, y que alguna vez podamos volver a vernos para poder hacer esa juntada de verano que habíamos planeado ese verano de 2008.
Que descanses en paz, Ivan Alejandro Suárez, nunca me voy a olvidar de vos.
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