Sus ojos ansiosos esperaban una respuesta que yo no podía darle porque no sería cierta. Después de tantos años juntos, descubrir que lo que te une a alguien es una obsesión es un trago amargo difícil en digerir. Un golpe en la boca del estómago.
Suspiré y cerré los ojos. No sé como ocurrió, pero mis sentidos se agudizaron y pude sentir el momento exacto donde su lágrima impactó contra sus zapatos.
No la había amado, me había obsesionado por ella.
Había visto la fuerza caótica que desataba su corazón cuando luchaba por lo que quería o por quienes quería. Y ahí estaba yo, en la paz del ojo del huracán. Ella se volvía contra todos pero conmigo nunca levantó siquiera el tono de voz.
Había visto lo frágil que se convertía cuando sabía que algo ya no podía ser. Y éste era uno de esos momentos.
Me obsesioné por ella. Y la perdí; por no haberla sabido amar. Aunque a veces se me da por pensar que quizás eso también era amor y yo jamás lo supe porque nunca me enseñaron qué se sentía amar.
Tal vez el amor sea eso: una obsesión encubierta en besos. Un invento de los poetas para que la gente no se asuste ni se niegue a amar.
― Evelyn Segovia, agosto 2015.
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