Y en este momento todo se derrumba.
Siento esas palabras, que alguna vez me hicieron sentir en casa, como hoy son la razón que me aferra a un pasado que no puedo enfrentar. A un capítulo que no puedo concluir. Ni de leer, ni de escribir.
Somos algo que nunca termina.
Sos alguien que puso un punto final donde yo apenas comenzaba a escribir un signo de interrogación. Sos alguien que no pudo con su ansiedad. Soy alguien que no puede con su angustia.
Siento como las llamas se alzan y vuelven contra mí. Me envuelven, pero no me dañan. Un fénix jamás es consumido por su propio fuego. Tampoco me dejan escapar. Es una cárcel, sos una cárcel.
Un laberinto entre el deber y el querer, un salto al vacío, un huracán. Eso sos, un peligro.
La noche cae de sorpresa y me encuentra pensando en todas las cosas que pudieron ser, y no fueron. En todo lo que pudimos lograr, y acá estamos.
La luna me aconseja que me duerma porque si la tormenta que se avecina me encuentra, no podré maniobrar en el cáos. Yo solo quiero poder manejar mis pensamientos.
miércoles, 16 de diciembre de 2015
Tierra del fuego.
Irónico nombre. Yo lo siento tan frío, y tan ardiente a la vez.
Escucho a las brasas quejarse en mis oídos; casi tan fuerte como me gustaría escucharte gritando mi nombre. Vos estas frío, yo soy una brasa.
Y es en noches como ésta que me gustaría abrazarte. Por que sé―o supongo―que el frío de Ushuaia es lo suficientemente distante para congelar un suspiro. O un corazón. Es lo suficientemente sensato como para alejarte de mí.
Escucho a las brasas quejarse en mis oídos; casi tan fuerte como me gustaría escucharte gritando mi nombre. Vos estas frío, yo soy una brasa.
Y es en noches como ésta que me gustaría abrazarte. Por que sé―o supongo―que el frío de Ushuaia es lo suficientemente distante para congelar un suspiro. O un corazón. Es lo suficientemente sensato como para alejarte de mí.
lunes, 7 de diciembre de 2015
Muerte súbita.
Y en la mañana se dieron cuenta―o eso parecía―de que ella se había abierto paso entre ellos sin que se dieran cuenta. Habían sido perseguidos, alcanzados, vencidos y mutilados por algo desconocido, aún más fuerte que todos juntos.
Los sorprendió la súbita espera que entre ellos aguardaba el momento indicado para atacar. Y allí estaban ellos, indefensos, muertos sin ningún motivo; y con tantos a la vez que era imposible indicar cuál era el principal de su eterno descanso. O castigo.
Les llegó su hora.
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