¿Cómo alguien tan importante para nosotros de un día al otro puede volverse tan insignificante? ¿cómo hacemos para apartar ese dolor que parece quebrarnos el pecho en dos y corroer todas nuestras ganas de iniciar un nuevo día?
Posiblemente porque el humano es un ser de supervivencia. Está preparado para afrontar cualquier cosa y aún así continuar. O quizás es solo la naturaleza de unos pocos y estoy generalizando porque yo lo vivo constantemente y me parece algo innato.
Hoy me pregunto en qué momento te hiciste polvo, en qué momento pasaste de ser mi mundo a sólo alguien que me tendió una mano por un largo y necesario periodo de tiempo. Hasta el día de hoy no entiendo cuándo fue que decidí dejarte atrás, pero es lo mejor que pude hacer. Nunca alejarme de alguien me causó tanta satisfacción.
Y si te lo preguntas: no. No me arrepiento de haberte elegido como mi salvavidas en muchas ocasiones, pero ahora mismo entiendo que nada de lo que hubieses podido brindarme habría cubierto mis expectativas en la exigente y exitosa vida que me prometí tener―después de tanto dolor y de tanto caos, creo merecerlo―y vos nunca estuviste a la altura de eso.
Traté de hacerte encajar en un mundo que no te pertenecía. Intenté hacerte pensar en el futuro pero siempre decidiste vivir como si fuese tu último día, y yo terminé enredada en esa vorágine, perdiéndome. Pero ya no más.
Me encontré con lo que supe ser, con la parte que me es útil y que jamás debió apagarse. Con la parte de mí que tiene sed de crecimiento y que sólo busca triunfar a costas del honor y el trabajo arduo. Si bien tengo que admitir que por momentos no puedo abstenerme de esa costumbre kamikaze que adquirí, debo decir que cada vez la controlo un poco más. Cada vez hay menos de vos en mí.
Que te fueras fue un golpe tan bajo que en algún punto me hizo llegar a pensar que era mortal, pero no. Acá me ves. Fuerte, más fuerte que nunca. Creíste que al soltarme caería en un agujero negro del que jamás podría salir, y sin embargo te asusta ver a la niña que tanto usaste, difamaste y subestimaste más viva que nunca. Como un verdadero fantasma en tus recuerdos; porque en mi memoria no hay nada más muerto que mi pasado junto a vos.
jueves, 27 de octubre de 2016
lunes, 22 de agosto de 2016
Culpa.
Quizás perdí ese don de trasformar todo el dolor que puedo llegar a sentir en algo literariamente agradable por trasladarlo a otros campos de expresión existentes en mí.
Hace dos meses quiero liberar todo lo que absorbí cual esponja, y sin embargo no sabía cómo. Algunos lo llaman «bloqueo», yo simplemente lo llamo inutilidad.
En esta oportunidad no sé si iniciar esta carta pidiendo disculpas o tratando de excusarme por lo que acabo de hacer.
No importa que ustedes me exoneren de culpa y cargo cuando sé perfectamente que yo jamás voy a perdonarme haberle hecho eso a mi misma sangre.
No tenemos futuro ni escapatoria. Juntos nos hundiríamos en la miseria y aunque yo podría luchar por sacarnos a flote, no sé que tanto me ayudaría el entorno. Podría haberte cubierto con mi propio cuerpo con tal de que no te hagan daño pero, ¿de qué serviría si la primera en lastimarte fui yo?
Aún no sé si estoy preparada para luchar por una causa que me excede de esa manera.
Y perdón, porque quizás hubieses sido lo más maravilloso que me pasó en la vida, pero no puedo condenarte a vivir junto a alguien que aún camina sobre arena movediza.
Hijo, mereces mucho más que esto. Mereces una vida digna, y es algo que yo no hubiese podido darte. No estoy en condiciones de darle nada a nadie. Cualquiera merece algo mejor que yo; vos sobretodo.
Quienes no sirven más que para hablar, van a decir que lo hice por mí. Y en un tercio de pensamiento, tienen razón. No estoy preparada para ésto; pero jamás me hubiese perdonado ver tu cara de infelicidad cuando no pudiera darte algo que desees con el alma. Jamás voy a poder lidiar con la culpa, yo lo sé, pero a largo plazo el daño hubiese sido peor.
Amor no te iba a faltar, pero sí todo lo demás.
Ojalá algún día logre perdonarme por haberle dado la espalda a una parte de mí. Ojalá algún día lo entiendas.
Hace dos meses quiero liberar todo lo que absorbí cual esponja, y sin embargo no sabía cómo. Algunos lo llaman «bloqueo», yo simplemente lo llamo inutilidad.
En esta oportunidad no sé si iniciar esta carta pidiendo disculpas o tratando de excusarme por lo que acabo de hacer.
No importa que ustedes me exoneren de culpa y cargo cuando sé perfectamente que yo jamás voy a perdonarme haberle hecho eso a mi misma sangre.
No tenemos futuro ni escapatoria. Juntos nos hundiríamos en la miseria y aunque yo podría luchar por sacarnos a flote, no sé que tanto me ayudaría el entorno. Podría haberte cubierto con mi propio cuerpo con tal de que no te hagan daño pero, ¿de qué serviría si la primera en lastimarte fui yo?
Aún no sé si estoy preparada para luchar por una causa que me excede de esa manera.
Y perdón, porque quizás hubieses sido lo más maravilloso que me pasó en la vida, pero no puedo condenarte a vivir junto a alguien que aún camina sobre arena movediza.
Hijo, mereces mucho más que esto. Mereces una vida digna, y es algo que yo no hubiese podido darte. No estoy en condiciones de darle nada a nadie. Cualquiera merece algo mejor que yo; vos sobretodo.
Quienes no sirven más que para hablar, van a decir que lo hice por mí. Y en un tercio de pensamiento, tienen razón. No estoy preparada para ésto; pero jamás me hubiese perdonado ver tu cara de infelicidad cuando no pudiera darte algo que desees con el alma. Jamás voy a poder lidiar con la culpa, yo lo sé, pero a largo plazo el daño hubiese sido peor.
Amor no te iba a faltar, pero sí todo lo demás.
Ojalá algún día logre perdonarme por haberle dado la espalda a una parte de mí. Ojalá algún día lo entiendas.
jueves, 16 de junio de 2016
A veces.
A veces me sorprendo de mis propios dones. De esa capacidad continua de poder quebrar mi ánimo y seguir como si nada.
A veces me pregunto si es realmente una cualidad, y es que realmente todo el tiempo estoy quebrando mi ánimo. Me siento vulnerable frente a todo―y todos―. Frágil como la porcelana. Constantemente al borde de la cornisa; a punto de caer en el abismo sin nadie que me respalde. Quizás es algo mío o quizás sea que la sociedad me volvió este pichón indefenso que soy hoy.
Últimamente no dejo de decir que me volví un fénix por inercia, y tristemente es cierto. Así como caigo en picada, vuelvo a levantar vuelo. Y muchos creerán que es maravilloso, pero no.
A veces simplemente me gustaría sentir el dolor. Explotarlo en mi pecho; agotar el sentimiento hasta que simplemente ya no pueda soportarlo y algo me obligue a superar la situación, pero desafortunadamente no puedo. Siempre que estoy cayendo, nunca toco fondo realmente. No sé qué es caer de lleno en una situación. Desconozco lo que es volverse curador de su propio dolor.
No poder sentir dolor por completo me limita a sentir dolor todo el tiempo. Raro, ¿no? Y es que para mí, los momentos nunca tienen un fin. Son un uróboros. Al no poder llegar al fondo de una etapa, al no poder experimentar esa sensación de que una determinada situación te hizo morder el polvo, destruyéndote por completo; nunca aparece la oportunidad de superarla. Una situación que nunca se supera, en el tiempo, se vuelve constante. Se vuelve sempiterno. Un martirio.
Nunca me permití llegar al fondo de un sentimiento porque tengo miedo de firmar un contrato de dependencia con él, y no poder salir jamás. Mi mayor miedo es caer en la tristeza y no querer levantarme nunca.
¿Cómo puedo ser tan frágil y tan fuerte a la vez? ¿soy un pichón de fuego o realmente un ave fénix? ¿qué tan contradictoria puedo ser como para que ambas cualidades convivan en paz, formando así mi carácter? ¿cómo puede ser que aún no haya colapsado frente a todo este dolor que siento, y frente a toda la fuerza voraz que hay en mi pecho y que no me permite caer totalmente?
Sigo intentando deliberar si soy vulnerable o fuerte. Creo que ambas, creo que ninguna; al menos no por completo.
A veces de tantas cosas que siento, termino por sentir nada.
A veces me pregunto si es realmente una cualidad, y es que realmente todo el tiempo estoy quebrando mi ánimo. Me siento vulnerable frente a todo―y todos―. Frágil como la porcelana. Constantemente al borde de la cornisa; a punto de caer en el abismo sin nadie que me respalde. Quizás es algo mío o quizás sea que la sociedad me volvió este pichón indefenso que soy hoy.
Últimamente no dejo de decir que me volví un fénix por inercia, y tristemente es cierto. Así como caigo en picada, vuelvo a levantar vuelo. Y muchos creerán que es maravilloso, pero no.
A veces simplemente me gustaría sentir el dolor. Explotarlo en mi pecho; agotar el sentimiento hasta que simplemente ya no pueda soportarlo y algo me obligue a superar la situación, pero desafortunadamente no puedo. Siempre que estoy cayendo, nunca toco fondo realmente. No sé qué es caer de lleno en una situación. Desconozco lo que es volverse curador de su propio dolor.
No poder sentir dolor por completo me limita a sentir dolor todo el tiempo. Raro, ¿no? Y es que para mí, los momentos nunca tienen un fin. Son un uróboros. Al no poder llegar al fondo de una etapa, al no poder experimentar esa sensación de que una determinada situación te hizo morder el polvo, destruyéndote por completo; nunca aparece la oportunidad de superarla. Una situación que nunca se supera, en el tiempo, se vuelve constante. Se vuelve sempiterno. Un martirio.
Nunca me permití llegar al fondo de un sentimiento porque tengo miedo de firmar un contrato de dependencia con él, y no poder salir jamás. Mi mayor miedo es caer en la tristeza y no querer levantarme nunca.
¿Cómo puedo ser tan frágil y tan fuerte a la vez? ¿soy un pichón de fuego o realmente un ave fénix? ¿qué tan contradictoria puedo ser como para que ambas cualidades convivan en paz, formando así mi carácter? ¿cómo puede ser que aún no haya colapsado frente a todo este dolor que siento, y frente a toda la fuerza voraz que hay en mi pecho y que no me permite caer totalmente?
Sigo intentando deliberar si soy vulnerable o fuerte. Creo que ambas, creo que ninguna; al menos no por completo.
A veces de tantas cosas que siento, termino por sentir nada.
jueves, 9 de junio de 2016
Decisión(es).
Las decisiones son algo cotidiano en nuestras vidas.
Salir con paraguas o elegir mojarnos bajo la lluvia, desayunar o almorzar un domingo cuando nos levantamos en horarios del mediodía. ¿Dulce o salado? ¿vestido o pollera? ¿ir o no ir?
Pero hay decisiones más difíciles. Elecciones que pueden condicionar nuestro futuro. Y no, no hablo de esa carrera en la facultad que iniciaste y no terminaste. O de ese colectivo que dejaste pasar aún sabiendo que ibas a llegar tarde. Hablo de las decisiones del corazón.
¿Qué hacer cuando todo te indica que no puede ser y, a la vez, que todo está comenzando? ¿cómo saber cuándo darse por vencido? ¿cómo entender que ya no puede ser?
¿No soy suficiente? ¿tengo que seguir esperando? No me caracterizo por tener paciencia y no sé de dónde la estoy obteniendo ahora, pero hay algo que sí sé: y es que se me está acabando.
Sé que las cosas llevan tiempo, pero en este momento siento que tengo que tomar una decisión, y sólo quiero elegir la que duela menos; porque de todas formas, va a doler.
Cuando tenes que tomar una decisión, el tiempo es crucial. Porque a veces cuando vos elegiste qué camino tomar, hubo alguien que se adelantó y ya decidió por vos. Y muchas veces no concuerda con lo que querías, pero ya es muy tarde para volver atrás, porque tardaste demasiado en decidirte.
Dejar pasar el tiempo, también es una decisión.
Salir con paraguas o elegir mojarnos bajo la lluvia, desayunar o almorzar un domingo cuando nos levantamos en horarios del mediodía. ¿Dulce o salado? ¿vestido o pollera? ¿ir o no ir?
Pero hay decisiones más difíciles. Elecciones que pueden condicionar nuestro futuro. Y no, no hablo de esa carrera en la facultad que iniciaste y no terminaste. O de ese colectivo que dejaste pasar aún sabiendo que ibas a llegar tarde. Hablo de las decisiones del corazón.
¿Qué hacer cuando todo te indica que no puede ser y, a la vez, que todo está comenzando? ¿cómo saber cuándo darse por vencido? ¿cómo entender que ya no puede ser?
¿No soy suficiente? ¿tengo que seguir esperando? No me caracterizo por tener paciencia y no sé de dónde la estoy obteniendo ahora, pero hay algo que sí sé: y es que se me está acabando.
Sé que las cosas llevan tiempo, pero en este momento siento que tengo que tomar una decisión, y sólo quiero elegir la que duela menos; porque de todas formas, va a doler.
Cuando tenes que tomar una decisión, el tiempo es crucial. Porque a veces cuando vos elegiste qué camino tomar, hubo alguien que se adelantó y ya decidió por vos. Y muchas veces no concuerda con lo que querías, pero ya es muy tarde para volver atrás, porque tardaste demasiado en decidirte.
Dejar pasar el tiempo, también es una decisión.
jueves, 7 de abril de 2016
domingo, 3 de abril de 2016
Recuerdo(s).
Cada parte del rompecabezas tomó su lugar de forma casi automática al pisar aquel lugar testigo de tanto horror y miseria humana.
Cada recuerdo tortuoso, cada grito, cada golpe tomó forma, me dejó ver la situación y el contexto.
La diversión llegó demasiado lejos.
En esa habitación oscura y llena de fantasmas pude ver cada escena censurada, cada cara con claridad. Y la vi a ella.
Colgada por las manos de una soga. Bailando arriba de la mesa una canción de tame impala.
La vi siendo asfixiada y gritando por su vida. Nos vi a todos riéndonos de ella estando en una profunda locura inducida.
La vi introducirse una aguja en el brazo y caer desplomada. La vi irse.
Gritos. Gente corriendo. Una moto y un sitio nuevo.
Ermitaños buscando lugares nuevos que destruir.
Cada recuerdo tortuoso, cada grito, cada golpe tomó forma, me dejó ver la situación y el contexto.
La diversión llegó demasiado lejos.
En esa habitación oscura y llena de fantasmas pude ver cada escena censurada, cada cara con claridad. Y la vi a ella.
Colgada por las manos de una soga. Bailando arriba de la mesa una canción de tame impala.
La vi siendo asfixiada y gritando por su vida. Nos vi a todos riéndonos de ella estando en una profunda locura inducida.
La vi introducirse una aguja en el brazo y caer desplomada. La vi irse.
Gritos. Gente corriendo. Una moto y un sitio nuevo.
Ermitaños buscando lugares nuevos que destruir.
jueves, 31 de marzo de 2016
Adicciones.
¿Qué hacer cuando todo se desmorona?
Creíste y te juraste a vos misma no volver a cometer el mismo error, y aquí estamos. Otra vez en la línea de partida. No has avanzado nada o haz retrocedido en todo. ¿Qué hacer? ¿a dónde huir? ¿cómo volver a mirar a los ojos a todos aquellos a los que acabas de defraudar?
Cada uno elige el pozo en el que quiere hundirse, al parecer yo escogí este; arena movediza.
Cadenas de hierro, casi tan frías como la primera aguja. Más fuertes que mi voluntad. Una vez más estoy a sus pies.
Cuando crees que haz tocado fondo, es porque aún te falta mucho por caer.
¿Creíste que la vida era fácil? aquí vamos de nuevo.
No, de hecho no. Hasta acá llegué.
Creíste y te juraste a vos misma no volver a cometer el mismo error, y aquí estamos. Otra vez en la línea de partida. No has avanzado nada o haz retrocedido en todo. ¿Qué hacer? ¿a dónde huir? ¿cómo volver a mirar a los ojos a todos aquellos a los que acabas de defraudar?
Cada uno elige el pozo en el que quiere hundirse, al parecer yo escogí este; arena movediza.
Cadenas de hierro, casi tan frías como la primera aguja. Más fuertes que mi voluntad. Una vez más estoy a sus pies.
Cuando crees que haz tocado fondo, es porque aún te falta mucho por caer.
¿Creíste que la vida era fácil? aquí vamos de nuevo.
No, de hecho no. Hasta acá llegué.
jueves, 24 de marzo de 2016
El agua.
¿Cómo es posible que algo tan simple me genere tantos pensamientos positivos?
Me agrada la forma en que la corriente del agua se lleva lejos las cosas ya sean buenas o malas; algo así como cuando dejamos pasar el tiempo esperando que cicatrice alguna herida de algún acontecimiento doloroso en nuestra vida.
Me hipnotiza ver la forma en que así como lo que no sirve, en el agua se hunde; algunas cosas se sumergen y salen a la superficie otra vez. Como un fénix que resurge constantemente.
El agua es el claro ejemplo de que así como existen momentos tormentosos, donde el agua se pica y la corriente se complica, exactamente después llega la paz, la mismísima calma.
El agua tiene el poder de alivianar las cosas, y así lo hace conmigo. Me hace sentir ligera y libre de mis problemas.
Quizás mi fascinación tenga origen en que soy cáncer, un signo de agua. No lo sé, pero sé a ciencia cierta que mi origen es el agua, y ese será también mi lecho de muerte.
domingo, 13 de marzo de 2016
Geometría (no) básica.
El tiempo que nos pasó es tan irracional que ahora es más otra dimensión que un buen recuerdo.
Nos separamos de manera casi irreversible aún antes de magnetizarnos. Los polos opuestos no pueden cambiar de parecer. La tierra no puede cambiar su eje. Yo no puedo cambiar lo que siento.
En el mundo hay todo tipo de amor, todas sus formas: cuadrado, triángulo, línea recta, punto aislado. Pero hoy nos volvimos tan antagónicos que creamos una contradicción en el axioma de Euclides.Simplemente me encantaría leer tu mente, pero no sé qué tan feliz me haría toparme con su nombre.
sábado, 16 de enero de 2016
Bomba de tiempo.
Se oye como el ruido de un reloj a cuerda, pero es él. Frío y dulce, inteligente y torpe, lindo y simpático. Una bomba de tiempo.
Lo tomo en mis manos, lo observo. Podría destruirlo cuando quisiera y aún así seguiría siendo mi debilidad.
Sonríe y habla. No logro oírlo pero sonrío por imitación. Es imposible no sonreír al ver como se forman las arrugas al final de sus ojos. Un gesto tan simple y tan cálido a la vez.
Podría escucharlo hablar todo el día, y aún así no cansarme. Su voz me devuelve a casa. Su voz me hace sentir como en casa. Desearía tener la posibilidad de escucharla todos los días dándome los buenos días. Utópico.
Podría jurar que en ese momento que se acercó a mí, me congelé. Todos ven a un fénix como una criatura inquebrantable, pero lo cierto es que hasta el ser más fuerte se apaga cuando su corazón se enciende. Y así pasó.
Sentí ganas de llorar. No por miedo, sino por nerviosismo. Algo dentro mío pedía a gritos que le dijera todas esas cosas que me guardaba para mí, que me estaban ahogando. Eran una bomba de tiempo.
Tomó mi mano, volví a encenderme.
Era sabido. Un error y el desastre estaría hecho. Había caído con mis alas rotas sobre un campo minado.
Lo cierto es que, como toda mina, explota. Y nosotros lo hicimos en el momento exacto donde nuestros labios se unieron. Y también lo hicimos el día que le dije adiós. Explotamos. Nosotros, ese beso y nuestro futuro.
Era momento de juntar cada uno sus piezas y seguir adelante. Por lo que fuimos y por lo que íbamos a ser. Por lo que aprendimos y por lo que aplicaríamos a futuro. Por cada sonrisa que fue contagiada y por cada momento puro de amor que nos habíamos regalado.
Pero así como todo en esta vida: las cosas terminan; también pasa con el día.
El amanecer, con sus cálidas luces encendidas, al igual que la fina línea que separa la muerte de la vida, siempre marca un nuevo comienzo.
Lo cierto es que, como toda mina, explota. Y nosotros lo hicimos en el momento exacto donde nuestros labios se unieron. Y también lo hicimos el día que le dije adiós. Explotamos. Nosotros, ese beso y nuestro futuro.
Era momento de juntar cada uno sus piezas y seguir adelante. Por lo que fuimos y por lo que íbamos a ser. Por lo que aprendimos y por lo que aplicaríamos a futuro. Por cada sonrisa que fue contagiada y por cada momento puro de amor que nos habíamos regalado.
Pero así como todo en esta vida: las cosas terminan; también pasa con el día.
El amanecer, con sus cálidas luces encendidas, al igual que la fina línea que separa la muerte de la vida, siempre marca un nuevo comienzo.
Miedo(s).
Después de haberla pasado tan mal, después de haber ahogado tantas noches en lágrimas, el karma decide premiarte por haber soportado tantas. Es ese día en que algo dice «es hora de que todo comience a mejorar». Y allí, aparece el miedo. Algo tan humano y tan insoportable a la vez.
Luego de haber confiado tantas veces y haber fallado en todas, tristemente, te acostumbras a fallar. Te resignas y crees, asumes, das por sabido que así va a ser siempre; pero ese día, ese bendito día en donde parece que tu suerte cambiará por completo, no puedes evitar sentir miedo.
¿Por qué algo cambiaría ésta vez? ¿qué es lo que diferente a las anteriores? definitivamente no.
Cansada de fracasar, te rehúsas a confiar. Te rehúsas a ser lastimada una vez más; pero, ¿y qué si ésta vez sí es?
Esa duda, esa mínima curiosidad es la que hace que te arrojes de nuevo al vacío con los ojos vendados. Que confíes ciegamente en lo que tu futuro te depara, y pienses que esta vez algo va a modificarse.
Tantas veces he arriesgado en vano. Tantas veces he llorado por quién no lo merecía. Una vez más, una vez menos, ¿qué diferencia habría? Si no podemos evitar abandonar este mundo sin haber experimentado el dolor, ¿qué es lo que me impide ir en búsqueda de mi felicidad?
domingo, 10 de enero de 2016
Máscara(s).
Al igual que la última flor colorida de jacarandá en fecha otoñal, tu máscara va cayendo lentamente al suelo. Y todos logran ver quién realmente sos.
Como una hiena disfrazada de cordero; como el veneno que sos, en un frasco de aspirinas. Como un huracán: apareces, destrozas todo lo que encontrás a tu paso, y te vas en paz. Como si nada hubiese pasado, como si el daño no hubiese sido concretado.
Tus traiciones me duelen casi tanto como tu existencia. Quisiera verte desaparecer.
No puedo saber si en quién confío va a traicionarme alguna vez, pero puedo asegurarme de que no vuelvan a hacerlo.
Estás estancada porque vos decidiste estarlo. Volviste al punto de partida, una vez más.
Al fin todos ven realmente tu rostro. La máscara ya no está, no podes actuar un papel sin guionar.
¿De qué vas a camuflarte ahora, camaleón?
jueves, 7 de enero de 2016
Extrañar(te).
En este sitio existen muchas causantes de dolor. Hay dolor físico y hay dolor emocional. Hay dolores indescriptibles y dolores avasalladores. Pero ninguno se compara al de extrañarte.
No sé si es el tiempo o la distancia. O el pensar que pocos planes me habían entusiasmado tanto como el conocer aquella tierra fría. No sé si me duele el haberte dejado ir o el saber que nunca vas a volver. No sé qué me duele más, pero me duele.
Tengo una bomba de tiempo en el pecho llena de sentimientos cruzados y miles de razones por las cuales no debería escribir(te) esto, pero al igual que siempre, nunca nada me es suficiente para impedírmelo.
No existen cantidades de palabras que alcancen a describir cuanto extraño tu voz, tus conversaciones, tus palabras, tu forma de ser y de pensar; y todas esas cosas que me hacían pensar en un futuro mejor.
Es una sensación que se prendió en mí como una brasa, y que no puedo apagar. Y quizás sea porque tampoco tengo ganas de hacerlo.
No tengo intensiones de ser una molestia, simplemente no podía pasar un día más sin hacerte saber que te equivocaste al pensar que no modificaste en nada mi ser.
lunes, 4 de enero de 2016
Infiernos.
Y así fue como la frustración y el miedo pudieron con todo.
Cada gramo de valentía que yacía en mi cuerpo se desvanecía con la idea de que él no me amase. Poco a poco consumí infiernos que me hicieron abrazarme a las personas equivocadas solo para creer que alguna vez volvería a sentir ese calor humano que alguna vez me supieron dar. Y apareció él.
Como una luz en una ruta anochecida. Como un faro en la tormenta. Como un camino devuelta a casa; apareció. Pero no hizo nada de lo que creí. Me llevó por lugares tormentosos y llenos de dolor. Me dejó reposar sola en las zonas más tortuosas de mi cabeza. Me hizo querer arrancarme el corazón del pecho y no volver a tener que vivir ningún infierno más.
Hoy me pregunto si vale la pena tanto dolor por un poco de amor.
Cada gramo de valentía que yacía en mi cuerpo se desvanecía con la idea de que él no me amase. Poco a poco consumí infiernos que me hicieron abrazarme a las personas equivocadas solo para creer que alguna vez volvería a sentir ese calor humano que alguna vez me supieron dar. Y apareció él.
Como una luz en una ruta anochecida. Como un faro en la tormenta. Como un camino devuelta a casa; apareció. Pero no hizo nada de lo que creí. Me llevó por lugares tormentosos y llenos de dolor. Me dejó reposar sola en las zonas más tortuosas de mi cabeza. Me hizo querer arrancarme el corazón del pecho y no volver a tener que vivir ningún infierno más.
Hoy me pregunto si vale la pena tanto dolor por un poco de amor.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)